Él lo ve
En Mateo 9 comenzamos leyendo acerca de una mujer e inmediatamente nos impacta el hecho de que era anónima. No tenía nombre, era una mujer sin rostro entre la multitud de quienes se agolpaban alrededor de Jesús.
Esta mujer enferma y anónima debe haber estado macilenta debido a la hemorragia que le había durado doce años, algo que la ley llamaba inmunda. Ella no podía lanzarse a los pies de Jesús y presentar su queja. Su modestia, humildad e inmundicia, así como la presión de la multitud, hacían del contacto cercano algo imposible. Por eso, su ímpetu, su necesidad, su vergüenza la impulsaron a extenderse para tocar, disimuladamente, el borde de Su manto.